Puebla, 18 de noviembre el inicio de la Revolución
Publicado por: Luis Enrique Sánchez Fernándezon: noviembre 18, 2015En: Cultura, Reporte especial
7:30 de la mañana, con fuertes golpes tocan al portón de la casa ubicada en Santa Clara número 4; era Miguel Cabrera, “el famoso polizonte de Mucio Martínez”, refiere Carmen Serdán, mejor conocido por los poblanos como “el terror de Puebla”, en honor a su trayectoria sanguinaria, al frente de un grupo de alrededor de diez policías.
–Manuel, abre la puerta que es la policía, le dijo Aquiles Serdán al portero.
Sabía que llegarían temprano y él, Aquiles, se encontraba en la planta baja de su casa esperando el arribo de los policías. Un día antes les habían informado a los anti-reeleccionistas, que en la mañana del 18 irían por ellos, porque ya tenían noticias de que preparaban el levantamiento armado para el 20 de noviembre.
Y ahí, 19 personas estaban ya atrincheradas preparados para repeler la invasión a cualquier precio. 17 adultos y dos niños, dos mujeres y 17 hombres; sin contar a la madre de los hermanos Serdán Alatriste: Carmen Alatriste y a la esposa de Aquiles, Filomena del Valle.
Manuel abrió y Cabrera entró como bólido pistola en mano al patio en donde lo esperaba Aquiles con un rifle en las manos; Cabrera disparó y erró en su intento por matarlo. Aquiles respondió y atinó en el mero corazón. El policía quedó tendido a la mitad del patio “…con los brazos abiertos y los ojos fuera de las órbitas…”.
El mayor Fregoso, segundo de Cabrera, se quedó al frente de la mitad de los policías que penetraron en la casa, la otra mitad huyó despavorida; al intentar subir las escaleras fue desarmado por Carmen Serdán, quien lo convirtió en el primer prisionero del día.
Fue el inicio del movimiento armado de la Revolución Mexicana.
A las ocho de la mañana, Rosendo Contreras, Manuel Paz y Puente, Vicente Reyes, Cleotilde Torres, Manuel Méndez, Miguel Patiño, Fausto Nieto, Manuel Velázquez, Juan Sánchez, Carlos Corona, Andrés Cano, Miguel Cruz, Francisco Sánchez, Epigmenio Martínez, N. Pérez, N. Theizier y Máximo Serdán se encontraban en la azotea, atrás de los tinacos, en las cornisas, empezando con los primeros disparos hacia la calle, que empezaba a ser invadida por policías en auxilio de sus compañeros.
Carmen y Aquiles subían, bajaban, organizaban, la primera proveyendo el parque y el segundo en calidad de estratega y jefe de los insurrectos.
Carmen tuvo el valor, en medio de la refriega, de salir a uno de los balcones y gritar: “¡Vengan, por ustedes lo hacemos. La libertad vale más que la vida. Viva la no reelección!”.
Se quedaron solos. Y fueron rodeados por gendarmes, rurales, policía, caballería y federales. El combate estaba ya en su máxima expresión a las nueve de la mañana.
Fueron mil efectivos los que combatieron al movimiento anti-reeleccionista; y fueron ellos los que tomaron las torres aledañas: San Cristobal, el hotel Barcelona, el orfanatorio que se ubicaba a espaldas de la casa de los Serdán.
Una bala atravesó el peinado de Carmen, otra le entró por el vientre, del lado izquierdo y le salió por el derecho. Máximo se resistió a bajar de la azotea, aún cuando ya se había quedado solo, los demás habían sido ultimados por las balas. Los federales invadieron por la azotea y acabaron con Máximo.
Pronto, alrededor de las doce del medio día, las puertas de la casa que servían de barrera fueron derribadas, las fuerzas federales entraron también desde la calle, la insurrección había sido desbaratada y en el interior solo quedaban Carmen, Aquiles, su esposa y su mamá.
Aquiles prefirió ocultarse en el entresuelo, quitándose el saco y llenando sus bolsillos de balas, con un rifle en las manos, a pesar de la oposición de Carmen.
El triunfo de la dictadura, el 18 de noviembre, tuvo un saldo de impacto que realzaba su triunfo sobre el Movimiento Anti-reeleccionista y que era digno de la presunción: 17 personas muertas, tres mujeres a la cárcel, Carmen Serdán, Carmen Alatriste y Filomena del Valle, y un hombre oculto: Aquiles Serdán.